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FRASES - TRILOGÍA LOS VIAJEROS DEL TIEMPO - Krestin Gier

 



TRILOGÍA LOS VIAJEROS DEL TIEMPO–Kerstin Gier







Frases:



1. RUBÍ


—¿Lista para la siguiente aventura, princesa?
—Estoy lista si tú lo estás.


Tal vez no fuera tan buena idea anunciarle la noticia… Oye, mamá, esta tarde mi imaginación desbordada y yo hemos viajado al pasado.


—Hola, Wendy —me saludó.
—Gwendolyn —repliqué.
¡Por Dios, no era tan difícil de recordar! Yo no le llamaba «Gisbert», ¿no?


—Los otros no pueden verme.
—Lo sé —repliqué—. Me llamo Gwendolyn. ¿Y tú?
—Para ti sigo siendo el doctor White.
—Yo me llamo Robert —dijo el fantasma.
—Es un nombre muy bonito.
—Muchas gracias —respondió el doctor White— Tu también tienes unas venas muy bonitas.


—No tengas miedo, Gwendolyn. 
Exacto, no estaba sola. Estaba con gente en la que no podía confiar.
 «No confíes en nadie. Ni siquiera en tus propias sensaciones. » había dicho mamá.


¿Tal vez su forma de tratarme era innata entre los De Villiers? ¿Una especie de defecto genético que hacía que las mujeres solo merecieran una sonrisa desdeñosa de su parte?


¿Cuál era la contraseña? Solo me salía «Qua nesquick mosquitos». Tenía que conseguirme con urgencia otro cerebro.


¿Pasará también el hecho de que acabo de matar a un hombre? ¿Pasará también que mi vida haya dado un giro de trecientos sesenta grados de la noche a la mañana? ¿Pasará también que un maldito engreído con el pelo largo y medias de seda que toca el violín no tenga otra cosa que hacer que darme órdenes sin parar aunque hace un momento haya salvado su asquerosa vida? Si me lo preguntas, ¡te diré que no me faltan motivos para vomitar! Y, por si te interesa, ¡tú eres uno de ellos!


—Gracias —dijo Gideon.
—¿Por qué?
—Tal vez… tal vez realmente no hubiera aguantado mucho más. Creo que has salvado mi patética vida.


«Es mejor que te defiendas antes que dejarte cortar te a ti misma como una torta»,


—Tal vez envíen a un hombre de negro para que se deshaga de mí porque sé cosas que nadie debe saber.
—¿Y si lo que dices no fuera tan descabellado?
—Entonces… Bueno, esta tarde iré a comparte un espray de pimienta, y aprovecharé para comprarme uno yo también.


—Has vuelto a hablar con el nicho, Gwendolyn. Lo he visto perfectamente.
—Sí, es mi nicho preferido, Gordon. Se ofende si no hablo con él.


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2. ZAFIRO


—Encuentro que tu amiguito no tiene muy buenos modales —dijo—. Normalmente, así se tira de una cabra para llevarla al mercado.


Tampoco los demás parecían muy convencidos. ¡Y no era de extrañar! ¡Gideon lo había hecho fatal! Si uno se decide a mentir, tiene que ofrecer detalles que en realidad no interesan a nadie para despistar.


Sin embargo, lo más estúpido era que, a pesar de todo, no podía dejar de mirar a Gideon mientras pensaba algo tan disparatado como «Solo con que sonría una vez, se lo perdono todo».


—¿Y en caso de que alguien entre en la habitación mientras estamos allí?
—Eso no pasará —aseguró Gideon—. Allí es plena noche.
—Bueno, ¿y qué? A alguien podría ocurrírsele la idea de mantener una reunión inspirativa en el sótano.
—Conspirativa, en todo caso —dijo Gideon.


—Deberíamos recoger nuestras cosas —dijo finalmente—. Y deberías hacer algo urgente con tus cabellos; parece como si algún idiota se hubiera puesto a revolver en ellos con las dos manos y luego te hubiera tirado sobre el sofá… Sea quien sea el que nos espere sabrá que dos y dos son cuatro… Oh, por Dios, no me mires así.
—¿Cómo?
—Como si ya no pudieras moverte.
—Es que no puedo —dije en serio—. Soy un pudín. Me has transformado en un pudín.


—Mis sensaciones me dicen que has vuelto con los arrumacos. Mis sensaciones…y mi penetrante mirada.
—Tonterías.
—Créeme, estoy en este mundo desde el siglo XI y sé qué aspecto tiene una chica al salir del pajar.
—¿¡Del pajar!? —repetí yo indignada.


¿No podrías ponerte en mi lugar por una vez? ¡A mí me pasa lo mismo, sabes! Dime, ¿Cómo te comportarías tú si supieras a ciencia cierta que más pronto o más tarde me ocuparé de que alguien te dé con una maza en la cabeza? No creo que en esas circunstancias me encontraras inocente y encantador, ¿no?
—¡Es que no voy a hacer nada parecido! —repuse excitada—. ¿Sabes qué te digo? Que a estas alturas creo que no me importaría darte yo misma con esa maza en la cabeza.


—¿Gwendolyn?
—¿Sí?
—Me gustaría que confiaras más en mí.
Sonaba tan serio y sincero que por un segundo me quedé sin habla.
—Me gustaría poder hacerlo —dije luego.


—¿Cómo puedes tocar tan bien si lo odias? ¡Has estado increíble! ¿Hay algo que no sepas hacer? 
—¡No! Puedes tomarme tranquilamente por un Dios.


—Me he enamorado de ti, Gwendolyn.
—¿De verdad?
—Sí, ¡De verdad! Ya sé que no hace ni una semana que nos conocemos, y que al principio te encontré bastante… infantil, y supongo que también me comporté como un imbécil contigo. Pero es que eres terriblemente complicada, uno nunca sabe que será lo próximo que harás y en algunas cosas eres espantosamente… ejem…torpe. A veces sencillamente me vienen ganas de sacudirte.
—Vale, la verdad es que se nota que no tienes ninguna práctica en declararte —dije.


—En el fondo es muy simple: una mujer que ama estaría dispuesta a dar la vida por su amado sin vacilar —explicó el conde—. ¿Darías tú la vida por Gideon?


—No hay nada más fácil de predecir que la reacción de una mujer enamorada. No hay nadie más fácil de controlar que una mujer que se guía por sus sentimientos hacia un hombre.


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3. ESMERALDA



Que extraño que un corazón roto pudiera latir aún.


—Pero por amor se hacen las cosas que de otro modo nunca se harían. — Gideon levantó la mano, como si quisiera acariciarme la mejilla, pero enseguida la dejó caer de nuevo—. Cuando se quiere a alguien, de repente el otro es más importante que uno mismo.


—¿Por qué te deslizas de puntillas por mi pasillo en plena noche? ¿Qué llevas ahí?
—¿Qué quieres decir con eso de «mi pasillo»? ¿Quieres que trepe por la fachada para llegar a mi habitación?



—No entiendo por qué te quejas, si te queda genial —dije con una sonrisa realmente desagradable—. Tu cabeza parece un bombón enorme.
—Sí, lo sé. —Gideon también sonrió—. Estoy para comerme.



—Suponiendo que pudieras desarrollar un descubrimiento sensacional, qué sé yo, por ejemplo un remedio para el cáncer y el sida y todas las demás enfermedades del mundo, pero para eso tuvieras que hacer que muriera una persona, ¿lo harías?


—¿Quieres llamar la atención a cualquier precio o qué te pasa? —susurró Gideon—. ¿Por qué no puedes hacer lo que te dicen siquiera durante tres horas?
—Una pregunta estúpida: naturalmente porque soy una mujer y no sé lo que es la razón. Además, tú has sido el primero en salirte de la fila para bailar con lady-ay-que-se-me-sale-un-pecho.



—En el comedor se hizo un silencio sepulcral —susurró Xemerius desde la araña—. Todas las miradas apuntaban a la muchacha de la blusa amarillo pipí…
Aj, tenía razón.



—¿Para qué no se me ocurriera la idea de morir de amor por ti, te encargaste al día siguiente que te odiara? Pero eso fue realmente… ¿Cómo lo diría?... caballeroso por tu parte. —Me incliné hacia delante y le aparté el mechón rebelde de la cara—. Realmente muy caballeroso.
—Créeme, ha sido lo más duro que he hecho nunca.



«Más cuando ascienda la duodécima estrella, reanudará el curso su destino final. Perderá la lozanía del roble con ella, sometido al yugo del tiempo terrenal».


— Cuando me besas, Gwendolyn Shepherd, es como si perdiera el contacto con el suelo. No tengo ni idea de cómo lo haces ni de dónde lo has aprendido. En todo caso, si ha sido en una película, tenemos que verla juntos. —Se detuvo un momento—. Lo que quiero decir es que cuando me besas, ya no quiero hacer nada más que sentirte y tenerte entre mis brazos.


— Gwenny, todo esto me da un miedo horrible. Sin ti mi vida no tendría ningún sentido, sin ti... querría morirme si a ti te pasara algo.


Suspiré. Qué idea más espantosa. Ya estaba viendo a Darth Vader tambaleándose junto a mí y escupiendo amenazas terroríficas por el resto de mi vida. Suspendería los exámenes porque él estaría roncándome cosas al oído todo el rato, me fastidiaría el baile de fin de estudios y mi boda y... Por lo visto, Xemerius estaba pensando algo parecido, porque me miró desde abajo con cara de inocencia y me dijo:
—Por favor, ¿me lo puedo comer?



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