EL FABRICANTE DE LÁGRIMAS [+18] - Erin Doom
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Me hubiera quitado de en medio.
Me hubiera tirado a la basura porque era lo que me merecía.
Allí era donde debía estar.
Allí acababan los que eran como yo.
Nunca tendría mi cuento.
Nunca tendría mi final feliz.
En aquella historia no había princesas.
No había hadas. Ni sirenitas.
Solo había una niña.
Que nunca había sido lo bastante buena.
Le habían dicho que el amor verdadero no tiene fin.
Pero no le dijeron que el amor verdadero te destroza hasta los huesos cuando se te mete dentro y ya no te suelta.
No importaba las veces que yo huyera.
No importaba cuántas puyas me lanzara.
No importaba que intentara mantenerme alejada de él.
No importaba nada…
Yo no era capaz de romper aquel delgadísimo hilo que llevaba toda la vida uniéndonos.
La regla siempre era la misma: para derrotar al lobo, hay que perderse en el bosque.
Solo así se obtiene el final feliz.
«Eres un espíritu del cielo —me repetí a mí misma, como en una cantinela—. Y, como el cielo, no te rompes».
Y la niña le dijo al lobo:
—Qué corazón tan grande tienes.
—Solo es mi rabia.
Y entonces ella dijo:
—Qué rabia más grande tienes.
—Es para ocultarte mi corazón.
—Sigues haciéndote ilusiones… Sigues creyendo en el cuento, pero nosotros estamos rotos, Nica. Estamos hechos añicos. Estropear las cosas forma parte de nuestra naturaleza. Nosotros somos los fabricantes de lágrimas.
Tenía la fuerza de un lobo.
Y la delicadeza de una mariposa.
—Tu nombre no es un peso… Es especial. Como tú, que brillas solo para quien sabe mirar. Como tú, que eres silencioso, profundo y lleno de matices, como la noche.
Rigel nunca se había atrevido a tener esperanzas. Pero se había enamorado perdidamente de ella, que era la esperanza personificada.
Comprendió que, en alguna parte, en el fondo de su corazón, él siempre la llevaría consigo.
«Tú no estás solo. Yo te llevo… siempre conmigo».
Porque las estrellas son soles, pero nunca dejan de brillar, ni siquiera cuando no las ves.
No era capaz de contar con normalidad nuestra relación, pues sería como pretender explicar el océano a alguien que no lo hubiera visto jamás. Sería como reducirlo a una extensión de agua, sin tener en cuenta la profundidad de sus abismos o la belleza de sus fondos azules. O las criaturas inmensas que fluctuaban majestuosas en su interior.
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