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FRASES - SERIE LOS BASTARDOS BAREKNUCKLE [+18] - Sarah MacLean

 


SERIE LOS BASTARDOS BAREKNUCKLE [+18] – Sarah MacLean








Frases:


1.     LADY FELICITY Y EL CANALLA

DEVON Y FELICITY



—Oh, no me desanimo del todo, estoy agradecida de que ya no sea el hombre más perfecto que haya visto.
—¿Agradecida?
— En efecto. Nunca he entendido lo que una puede hacer con un hombre extremadamente perfecto.
Una ceja se levantó. 
—Lo que uno puede hacer.
— Además de lo obvio.
Él inclinó la cabeza. 
—Lo obvio.
— Mirarlos.


—Y aquí está mi parte favorita de tu triste historia. Nunca has sentido pasión; crees que la pasión es dulce, amable y buena, —amor más allá de la razón. Protección. Cuidado.
—No lo creo. Lo sé.
—Déjame que te cuente sobre la pasión, Felicity Faircloth. La pasión es obsesión. Es el deseo más allá de la razón. No es querer, sino necesidad. Y viene con el peor de los pecados con mucha más frecuencia de lo que viene con lo mejor.


—Él no vino, el bastardo.
— Que lenguaje, Felicity Faircloth.
Su corazón comenzó a latir con fuerza, cuando se giró para enfrentarlo. 
—¿Es un verdadero demonio? ¿Lo he convocado con mis pensamientos?
—¿Has estado pensando en mí?
 —No.
Mentirosa. Te escuché, mi locuaz florero. Te oí maldecir porque no había venido. ¿Me esperabas en tus habitaciones?


—¡Espere! ¡Prometió ayudarme! Prometió magia, Diablo.
 —Ya la tienes, milady.
—Yo no tengo magia. Tengo un vestido hermoso. El resto de mi es totalmente igual. Ha enviado un cerdo a la modista de sombreros. Es un bonito sombrero, pero el cerdo es el mismo.
 —No eres un cerdo, Felicity Faircloth.


—¿No va a tener frío?
—No.
¿Otra cosa que controla? ¿El frío no le molesta?
Él levantó una ceja. 
—Mi poder es legión.


—¿Por qué abres cerraduras?
—¿Eso es relevante?
 —Estoy seguro de que puedes ver cómo sería de interés.
 —El mundo está lleno de puertas. Me gusta poder abrir mis propias puertas.


—Ten cuidado.
—¿Le preocupa que me congele?
—Me preocupa que lo derritas.
 —Olvida que aún no he aprendido a ser una llama.
—Tú y tu deseo de incinerarnos a todos, Felicity Faircloth; eres terriblemente peligrosa.


—Piensas por un momento que si alguien viene a ti con un rifle, ¿les importará si eres la hija de un marqués? ¿Crees que les importará que seas una dama que borda y habla dos idiomas y sabe dónde poner la maldita cuchara de la sopa y está comprometida con un jodido duque? A ellos no les importara. Ni por un segundo. De hecho, apuntarán hacia ti, luciendo como el sol y oliendo a jazmín, porque saben que los hombres que crecen en la oscuridad, harán cualquier cosa por la luz.


—¿Te gustó el beso?
 —¿Cuál?
—Sé que te gustó el que compartimos.
—Que modestia.
—No es presunción. Te gustó. Y a mí también. 


—Sin embargo, tú no puedes sujetar la luz del sol. No importa cuánto desees tocarla, se desliza a través de tus dedos, ahuyentada por la oscuridad.
 —Te equivocas. La luz del sol no es ahuyentada por la oscuridad. Ella la llena.


—Me encanta esto, —dijo ella, las palabras fuertes y llenas de pasión—. Me encanta su libertad. Me encanta que nadie sepa que estamos aquí, misteriosos en la oscuridad.
—Te gusta la oscuridad.
Ella lo miró con un brillo en los ojos. 
—Sí. Me gusta porque te envuelves en ella. Me gusta porque claramente tú la amas.


—No quiero el mundo.
—¿Entonces qué?
—A ti, —dijo ella, simplemente—. Te deseo.
—Me has tenido desde esa primera noche, amor. Ahora dime qué más quieres.


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2.  LADY HATTIE Y LA BESTIA

SAVOIR Y  HATTIE



—¿Por qué?
—Porque… tú eres el hombre más guapo que he visto jamás. —Hizo una pausa—. Eres el hombre más perfecto que cualquiera haya visto jamás. Empíricamente hablando.
—No es normal que una dama diga cosas así.
Arqueó las cejas, alzó una mano y se la pasó por el cabello hasta llegar a la nuca. ¿Era posible que estuviera sintiendo vergüenza?


—¿Y qué más has descubierto sobre mí? 
—Me han dicho que si vas a por alguien, no paras hasta que lo encuentras. Pero no estaba segura de que vinieses a por mí.
Por supuesto que lo habría hecho. Habría ido a por ella a su torre de Mayfair, aunque no tuviera la información que él deseaba.
—Así que he venido yo a por ti.


—Estoy dispuesta a darte el cincuenta por ciento de los ingresos de nuestros envíos hasta que devolvamos los cuarenta mil. Más… el diez por ciento de interés. —Irguió los hombros y levantó la barbilla.
—Treinta por ciento. 
—Quince. 
—Treinta.
—Diecisiete. 
—Treinta.
—¡Se supone que estás negociando! —estalló exasperada.


—Has venido armado.
—En cualquier lugar se puede sufrir un ataque.
—¿Incluso en los salones de baile de Mayfair? 
—Especialmente en los salones de baile de Mayfair. Verte con este vestido ha sido un asalto.


—Hay muchos libros. 
—No podíamos permitírnoslos.  No sabía leer, pero los reverenciaba. Ella no podía permitírselos, y yo ni siquiera los guardo en una estantería. —Otra forma en que le había fallado a su madre.
—Me parece que la mejor manera de honrar su memoria es leerlos. Y todos estos parecen haber sido leídos.


—Dios, hueles a algo dulce. Eres como los pasteles de un escaparate.
—¿Gracias? 
—Cuando era niño, había una tienda de dulces en Holborn que hacía el bizcocho de almendras más delicioso… solo lo probé una vez. El panadero, belga, era un verdadero bastardo y nos perseguía con una escoba si nos acercábamos a la entrada, pero si te parabas en el lugar correcto, al otro lado de la calle, y te agachabas un poco, podías oler esos pasteles cada vez que la puerta se abría. En toda mi vida, nunca he tenido una tentación tan grande como esos pasteles. Hasta que apareciste tú. Nunca he ansiado nada como te quiero a ti.


—Creemos en las historias, sobre todo cuando parece que no pueden ser verdad. Con un robo no se construye leyenda. ¿Un golpe en la cabeza? Habrás recibido cientos. Pero… ¿La noche que los muelles se quedaron en silencio?
—Una historia que perdurará durante los siglos. 
—Esa historia me convierte en una reina. La mujer que domesticó a la bestia.


—Eso es lo que pasa; me proteges de él.
—Hasta mi último aliento. 
—No le tengo miedo. 
—Deberías tenerlo. Yo lo tengo.
—Es él quien debe temerme. Me gustaría tener una buena oportunidad de acabar con él con mis propias manos.
—¡Estás muy enfadada! 
—No te atrevas a reírte. No es divertido. ¿No lo ves? Ya te han quitado bastante. No dejaré que me aparte de tu lado también. Me gustaría encontrarlo y destruirlo. Me gustaría tomar uno de tus cuchillos más afilados y clavarlo directamente en su negro corazón.


—No quiero forzar el asunto. No deseo ser la persona que tal vez amas. La que te hace falta para saber que amas. —Hizo una pausa—. Deseo ser la respuesta que salga de tus labios, no importa lo estoico que seas. Deseo ser la compañía que no puedes reservar solo para los días buenos y las vacaciones, porque me quieres a tu lado también el resto de los días.


—Y entonces apareciste tú. Apareciste y amenazaste todas las cosas que yo quería. Amenazaste el negocio que había ayudado a construir, el que había planeado dirigir. Amenazaste el futuro que había planificado tan cuidadosamente. Pero lo peor de todo es que me hiciste desear todo lo demás. Todas las cosas que me había dicho a mí misma que no quería. Hiciste que las quisiera. Y no con cualquiera. Hiciste que las quisiera contigo.


—No. No voy a dejarte aquí para que te enfrentes a un infierno y a un loco y a lo que sea que haya ahí abajo.
—¿Planeas pelear mis batallas por mí, amor?
—Nunca por ti. A tu lado. —Sacudió la cabeza.
—Siempre mi guerrera. —Sonrió, triste.


—Pero puedo protegerte. Puedo protegerte para siempre. Puedo mantenerte alejada de mi hermano y puedo mantenerte alejada de todo esto.
—¡Pero esto también forma parte! Forma parte del mundo que deseo. De la vida que deseo. Contigo. —Sacudió la cabeza—. ¿No lo ves? Prefiero pasar una noche contigo que toda una vida sin ti.
—No. Nunca te pondré en peligro. 
—No puedes decidirlo. Yo sí.


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2.  GRACE Y EL DUQUE

GRACE Y EWAN



—Es una respuesta poco habitual a la oferta que le hago.
—Eso es porque la mayoría de las mujeres ven un título y piensan que es una oportunidad: un camino a la libertad.
—¿Y usted?
—Sé que los títulos son jaulas de oro.


—Ya se hacen preguntas sobre usted. La hermosa joya que aún no se ha dado cuenta de que soy la peor opción de la sala.
—Esa podría ser la primera verdad que ha dicho en toda la noche.


—¿No acabas de decir que tú me protegerías?
—Yo no diría protegerte, ¿sabes?
—¿No? Lo he oído claramente. Te he oído decir que era tuyo.


—¿Recuerdas lo que te prometí? Cuando éramos jóvenes.
—Nos prometimos mil cosas, Ewan.
—Pero ¿te acuerdas? —Le encantaba oír su nombre en sus labios. Por alguna razón, le importaba que lo dijera.
—Me prometiste hilo de oro.


—Te tengo.
—Lo sé.
—¿Lo sabes? Sabes que siempre te tendré si me dejas, ¿verdad? Siempre seré lo que necesitas —le prometió.
—¿Y qué hay de lo que tú necesitas? 
—Ahora mismo, lo tengo.


—La reina de Covent Garden tiene cosquillas —bromeó.
—No se lo digas a nadie. 
—Nunca —juró él, repitiendo el movimiento y deleitándose con la risa de ella y la forma en que rápidamente se quedó sin aliento. Ella llevó las manos a su cabeza y se la levantó para que la mirara fijamente—. Es mi secreto.
—Guárdalo bien.


—No tienes que decir nada. Pero no podía permanecer más tiempo en silencio. Te quiero. No a la chica que eras. No a la mujer que pensé que encontraría. A ti. Ahora. Aquí —susurró cuando se apartó. Inclinó la cabeza hacia las ventanas que daban al Garden—. Ahí fuera, en los tejados, y abajo, en la colonia.


—Nunca te disculpes. Soportaría eso una y cien veces a cambio de tener los recuerdos que tengo contigo. Los más felices de mi vida, hasta el momento.
—¿Y ahora? ¿Cuál es el recuerdo más feliz de tu vida?
—Esta noche. En este lugar en el que has construido un palacio de placer, poder y orgullo; en este lugar que me has confiado, en este mundo que has compartido conmigo. Esta es mi noche más feliz.


—Es más probable que sean Diablo y Whit, que vienen a partirme la cara por deshonrar a su hermana.
—Perdóneme, señor. Si alguien ha deshonrado a alguien esta noche, he sido yo.


—Te quiero. Te deseo y te amo, y no es un primer amor. Es el definitivo. Y si no puedes verlo..., si no puedes encontrar el valor para aceptarlo y deleitarte con él, y dejarme estar a tu lado, entonces no es suficiente. ¿Cuántas pruebas debo pasar antes de que creas en mí? ¿Antes de que confíes en mí? ¿Antes de que respondas por mí?


—Es cierto lo que dicen. Eres un loco.
—Tal vez —aceptó él con una sonrisa—. Estoy loco por ti, eso seguro.


—Por fin juntos —susurró ella, besándolo por toda la cara: la mandíbula, los pómulos, la frente, que le olía a fuego…—. ¿Qué necesitas?
—Mañana —repuso él mientras la rodeaba con los brazos—. Necesito el mañana. Contigo.


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