SERIE ESCÁNDALOS Y CANALLAS [+18] –Sarah MacLean
+ Frases:
1. UN CANALLA QUE NO LO ERA
KING Y SOPHIE
—No le sirve —dijo él.
Ella parpadeó.
—¿Perdón?
—La librea. Le queda muy ajustada.
Primero le decía que era un muermo y ahora que estaba rolliza. Sophie era más que consciente de ello, por supuesto, pero no era necesario que él hiciera hincapié en que no era la más ágil de las mujeres. Se tragó el nudo que se le puso en la garganta y cruzó los brazos.
—Perdone, milord perfecto, pero no he tenido tiempo para visitar a una modista de camino.
—En tan solo doce horas, me ha llamado idiota y ha dicho que estoy loca, me ha sugerido que trato de pescarlo, me ha declarado poco interesante y ha señalado todos los defectos de mi aspecto físico.
«¿Qué?».
—Nunca he señalado defecto alguno de su físico.
Ella cruzó los brazos.
—La librea, milord. No me sirve.
Él parpadeó.
—Es que no le sirve.
—Da igual. Dicho esto, no me puedo imaginar por qué considera necesario seguirme cuando lo único que ha dicho desde el principio es que desea perderme de vista.
—Además, tampoco he dicho que sea poco interesante.
—¿Me estoy muriendo?
—No. —No había vacilación en su voz. Ni un solo soplo de duda.
Ella volvió a concentrar la vista en el lugar donde él mantenía la mano, cubierta de sangre.
—Pues parece como si estuviera muriéndome.
—No vas a morirte.
—El que te llames King no te convierte en un rey —dijo aludiendo al significado en inglés de su nombre.
—En esto, soy tu rey —replicó él.
—Menudo arrogante. Casi me dan ganas de morir para demostrarte que te equivocas.
—Te dispararon en la Gran Carretera del Norte mientras usabas una librea robada.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que pagué por esa librea?
—A ver. Te dispararon en la Gran Carretera del Norte mientras usabas una librea comprada a un lacayo robado, además viajaste como polizón en el carruaje de un caballero soltero.
—Lo de caballero te queda grande, ¿no crees?
Él ignoró el comentario.
—¿Cómo es que tu reputación no está ya por los suelos?
—¿Por qué nos llaman Matthew?
—Por mi lacayo.
Eversley parpadeó.
—¿Te refieres a mi lacayo?
Ella agitó la mano en el aire.
—Como sea. Se llama Matthew. Lo utilicé en el carruaje de postas.
—Y yo dije que estábamos casados.
—Una tontería como otra cualquiera.
—Sí, me estoy dando cuenta de que ahora recibo mi nombre de un criado.
—Si no recuerdo mal, has dicho que no te casarías conmigo aunque fuera el último hombre de la cristiandad.
—Duro, pero cierto, me temo.
—Preguntaría por qué, pero temo que tu brutal honestidad podría herirme.
—Imagino que consideras muy divertido reírte de mi nombre.
—Pues lo cierto es que sí —replicó Sophie, sonriente.
—No deberías morder la mano que te da de comer —advirtió él.
—¿Estás comparándome con un perro?
—No. Los sabuesos son más dóciles y obedientes que tú.
—Milord, creo que me acuerdo de ti más de lo que tú te acuerdas de mí.
—Para.
—¿Que pare de qué?
—Deja de creer todo lo que han dicho sobre ti durante estos años. No hay nada en ti que te haga difícil de recordar. Por el amor de Dios, si la última semana ha sido la más memorable de mi vida. Y es gracias a ti. Así que deja de imaginar que eres lo que no eres.
—Forma parte de la libertad, ¿no es cierto? —Él no dijo nada—. Yo nunca he imaginado que pueda existir algo tan liberador como el amor —añadió ella sonriendo. King vio la tristeza que brillaba en sus ojos en la penumbra del ocaso—. Espero experimentarlo, por supuesto. Todas las partes.
—Con tu panadero. —Eso era algo que a él no le gustaba.
—En nuestra librería —agregó ella sin dudar—, que nos habrá pagado un marqués perdedor, que era muy positivo con sus cumplidos.
Las palabras lo hicieron reír.
—No cuentes tus libros antes de ganar, milady.
—¿A qué huele? —preguntó Sophie.
—A cuero y tinta.
Ella negó con la cabeza.
—A felicidad. A eso huelen los libros. A felicidad. Por eso siempre he querido tener una librería. ¿No crees que lo mejor de la vida es vender felicidad?
—Lo siento —musitó—. Siento no poder ser el hombre que deseas que sea.
—Eres tú quien no lo ve. Yo solo deseo que seas el hombre que eres.
—King, no puedo casarme contigo. No así. Por eso abandoné el carruaje. —Hizo una pausa y lo miró de nuevo. Buscó sus hermosos ojos verdes mientras pensaba que lo amaba demasiado para casarse con él sin confianza. Sin amor—. Te lo confesé todo. Te desnudé mi alma. Mi amor. Y no fue suficiente. Te mereces algo mejor que verte atrapado en un matrimonio que no deseas. —Sacudió la cabeza—.Y yo también me merezco más.
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2. UN ESCOCÉS EN LA OSCURIDAD
ALEC Y LILY
- Anoche conocí a un hombre. Pomposo, arrogante y desagradable más allá de
las palabras.
- ¿Estás seguro de que no te estabas mirando a un espejo?
-¿Es una corona?
Lily se acercó al retrato para investigar la cabeza y consideró el título, grabado debajo del marco dorado.
- "La Joya de la Corona" - leyó en voz alta-. -¿Crees que el perro se llama Jewel?
- Creo que el perro está siendo maltratado abominablemente.
- No puedes escapar de mí - dijo. - Entonces, ¿por qué no trabajar conmigo?Podríamos rectificar la situación y yo volvería a Escocia. Sé que a ambos nos
gustaría eso.
- Que bonito que suena eso, lástima que tu solución a la situación, me lleva a
casarme con un hombre que no conozco.
- Te lo dije, puedes elegir a cualquier hombre que te guste. No tengo intención
de interponerme en tu camino.
- Me elijo a mí misma - dijo - Prefiero confiar en mí misma que en ti. O en
cualquier otro, soy más confiable.
- ¿Quién era el dueño de este lugar odioso?
- El número trece.
- Ah. Al que mató una oveja, supuestamente.
- Precisamente.
- ¿Qué le pasó a él realmente?- Ella parpadeó.
- Eso es lo que le sucedió. Una oveja lo mató.
Su frente se arrugó.
- Estás bromeando.
- No lo estoy haciendo. Se cayó de un precipicio.
- ¿El número trece?
- La oveja. El duque estaba fuera dando su paseo diario. Debajo - Ella juntó con fuerza las manos. - Muy aplastado.
- Pensé que serías lo suficientemente inteligente como para reconocer que si me ven en público con este vestido, ningún hombre me querrá nunca.
- Me has juzgado mal.
- ¿Tu sentido de la moda?
Él no mordió la carnada.
- Tu propia belleza.
- Tu abrigo. Lo has destrozado. Tus pantalones, también. Te ves como si hubieras salido del desierto y entraste directamente en el salón de baile.
- Es de esperar del Bruto escocés - dijo.
- No - dijo al instante, sorprendiéndolo.- No eres un bruto.
- Supongo que eres una experta en el comportamiento de los chaperones.
- Sé que se supone que no amenazan a los candidatos - espetó ella.
- No lo estoy amenazando.
- Tienes casi siete pies de alto. Todo lo que haces es amenazante.
- ¿Qué quieres que haga? ¿Reducirme al tamaño de hadas de tu pretendiente?
Ella puso los ojos en blanco.
- ¡Es más alto que la mayoría de los hombres en Londres!
- Solo que estoy cansada de esperar que la salvación me encuentre. He tenido guardianes, pretendientes y hombres que hicieron las promesas más bonitas de las que puedo contar. Y estoy cansada de creer en esas promesas. Es hora de que me haga una promesa. Una promesa a mí misma.
Él no se movió.
- ¿Y qué promesa es esa?
- La promesa de salvarme.
- Nos conocemos desde hace dos horas. No podría desearme.
- Cualquier hombre en su sano juicio te desearía después de dos minutos.
Ella parpadeó. Él cerró la boca.
- ¿Qué dijiste?
- Nada. Debemos irnos.
- Soy un escándalo.
- Eres el mejor tipo de escándalo.
- Me encanta tu risa - dijo, incapaz de mantener en silencio la dulce confesión.
- Y a mí, la tuya. Ojalá pudiera hacerte reír todos los días - Cerró los ojos y sus
propios deseos se hicieron eco de los de ella. Lily enredó su mano libre en su
cabello y agregó apenas en un susurro - Podría intentarlo, Alec. Podrías
dejarme intentarlo.
Eres la mujer más gloriosa que he conocido, hermosa, apasionada y poderosa sin medida, y ningún hombre será digno de ti, especialmente yo. Una vez me pediste libertad, Lily, y aunque he sido un guardián terrible, hoy puedo darte eso. Libertad para dejar este lugar o permanecer en él. Para ser una reina en Londres y en el mundo. Para tener la vida que querías. La vida que soñaste. Los niños, el matrimonio, los pequeños pies que se ajusten a estas tontas botas rojas.
- ¿Sabes por qué la devolví? La devolví porque estaba mal negar esta cosa que es parte de mí. Me niego a avergonzarme. Tú me enseñaste a no avergonzarme. No estoy avergonzada de mi pasión. De mis elecciones. No estoy avergonzada de mi pasado, Alec.
No debería estarlo.
Abrió la boca para decírselo, pero ella agregó:
- Y ciertamente no estoy avergonzada de ti.
- Las duquesas no pueden ser escándalos.
- ¿Ni siquiera si lo intentamos muy duro?
- Bueno - respondió - si alguien puede hacerlo, mi amor, eres tú.
- Voy a requerir un compañero.
- Sin duda una tarea agotadora, pero una que no veo forma de evitar - bromeó.
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3. EL DÍA DE LA DUQUESA
MALCOM Y SERA
- Te aseguro que no tenía intención de comenzar el día a las siete en punto de la mañana.
- Entonces se consultaron la una a la otra sobre la hora de llegada.
- Lo más probable es que las madres pensaran que "el pájaro madrugador se apropia del gusano".
Sera no pudo evitar sonreír.
- Bien, Su Gracia, debo admitir que usted es un gusano terriblemente regordete.
- Me sorprende descubrir que eres consciente de que disfruto del pato.
- ¿Estoy equivocada?
- No - dijo - Pero nunca has planeado una comida para mí en tu vida.
Ella sonrió.
- Considerando que estamos en proceso de divorcio, creo que debes sentirte feliz de que no haya intentado envenenarte.
- ¿Sabías que tus hermanas están haciendo apuestas sobre por qué te traje aquí?
- ¿Pensé que estaba aquí para encontrar a mí reemplazo?
- Seleste piensa que soy un espía.
Ella soltó una risita, y de repente se sintió más cálido de lo que había estado en años.
- Seleste lee muchas novelas de aventuras.
- Es la mejor teoría de todas.
- Entonces creo que debería quedarme en este extremo y asegurarme de que eres imparcial.
- ¿Temes que arreglaré el concurso para mantener a mis hermanas?
Él bajó la voz.
- Temo que organizarás el concurso para deshacerte de mí.
- ¿Qué tan abajo llega? - gritó hacia el abismo
- No te preocupes, Ángel, no te llevaré al infierno.
- De todos modos, prefiero no seguir - le respondió.
- Piensa en ti misma como Perséfone.
- Es verano - replicó ella mientras una luz cobraba vida, revelando el final de la escalera - Perséfone está sobre la tierra en septiembre.
- La actuación se convierte en adicción. Uno se encuentra ansiando aplausos como muestra de afecto. Anhelando canciones, como aire para respirar - Su corazón comenzó a latir con fuerza e inmediatamente lamentó las palabras.
Conocía bien su anhelo. ¿Cuánto había soñado con este hombre?
- Y así nació el Gorrión.
Asintió.
- Cantando, encuentro libertad.
- Dime, Seraphina. Si no hubiera nadie, ninguna hermana, dios o diosa, ningún americano para protegerte, ninguna aristocracia que observe y juzgue. ¿Qué harías si te persiguiera?
Sus ojos se oscurecieron con sus palabras y ella no pudo apartar la mirada. ¿Cuántas veces le había hablado así? ¿Poesía líquida y lánguida?
¿Cuántas veces lo había soñado?
Él siguió adelante.
- ¿Si te prometiera el sol, la luna y las estrellas? Si prometiera siempre cazarte ¿volarías? ¿O elegirías que te atrapara?
- Supongo que es irónico, ¿no es así? aquí estamos, exactamente en la misma situación con la que comenzamos hace años, uno de nosotros atrapado en un matrimonio que no desea - No era cierto. Realmente no. No podía ser. Pero ella continuó, arrojando su pasado como flechas - Excepto que esta vez, no eres tú quien cuestiona mi honestidad, sino al revés.
- ¿Cuánto más honesto puedo ser? - Preguntó, con frustración en su tono - Te amo.
El Gorrión no era un gorrión. Era un fénix. Resucitado de las cenizas del pasado. De su pasado. Ninguna de las cosas que habían roto estaba aquí. Ninguna de las cosas que habían perdido. ¿Cuántas veces había hablado ella de la libertad? Aquí, en esta habitación, ella era libre.
Él finalmente entendió.
- Solo quiero que seas libre, amor. Solo quiero que seas feliz. Solo quiero que elijas tu camino y que sepas que te amaré más por ello - dijo en voz baja, como si pudiera liberarla, como si ella fuera un pájaro entre sus manos, y la dejara volar hacia el cielo.
- Te divorciaste de mí.
El asintió.
- Quise…
- Sé lo que querías. Querías darme mi libertad. Querías darme mi elección.
- Y ahora, quiero ponerme de rodillas y rogarte que me elijas.
- Ex duquesa. Ahora, soy una simple dama. E incluso ese título es cuestionable. - Bajó la voz a un susurro - Ya sabes, soy una mujer divorciada ahora. Y soy dueña de una taberna.
- Ah - dijo Malcolm, acercándose nuevamente y mordiendo su mandíbula, mientras ella envolvía los brazos alrededor de su cuello - Eso suena terriblemente escandaloso.
- Oh, absolutamente. Bueno, esta mañana escandalicé a la Cámara de los Lores.
- ¡Qué coincidencia, yo también lo hice!
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+ FRASES:
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