BESOS DE MUERCIÉLAGO - Silvia Hervàs
+ Frases:
—¡Hombre, no lleva collar, parece que no tiene dueño! Y está solito… Además, si te hemos recogido a ti, ¿cómo no vamos a acoger a este perro, que es más adorable y simpático que tú?
—¿Acabas de compararme con un perro?
—Perdona, pero yo jamás haría algo así, es demasiado cruel. No cabe comparación alguna entre este perro y tú, ¿verdad que no, gordito precioso? —lo achuchó entre los brazos balanceándolo como si fuese un bebé.
—¿Le ha pasado algo a nuestro James? —preguntó con la mano en la zona del corazón mientras respiraba sofocada.
Kelsey resopló.
—¿Nuestro James? No, desgraciadamente no le ha pasado nada. Sigue aquí, tan idiota como siempre ¡He recogido a un perrito!
—¡Eso es fantástico! ¡Hacía tiempo que no teníamos animales en casa, ya era hora! —gritó la madre.
James sonrió ligeramente y, acercándose a Kelsey, le susurró al oído:
—Ah, ¿no? ¿Y tú hermano qué es?
—¿Estás celosa?
—¿Es que existe alguna razón por la cual pueda sentir celos? ¿Celos de qué, exactamente? ¿De tener que convivir bajo el mismo techo que un pirado? No, te aseguro que no —puntualizó—. Si ahora mismo esas chicas me diesen tres dólares por ti, te vendería sin lugar a dudas.
—¿Tres dólares? ¿Eso crees que valgo? —protestó.
Ella sonrió de lado, satisfecha.
—No es lo que vales tú, idiota, cobraría tres dólares porque te vendería con el traje incluido. Y, ciertamente, tiene pinta de ser caro.
—Tu madre miente.
—¿Por qué iba a hacer algo así?
—Para que te callaras y la dejaras en paz, seguramente —le explicó, todavía enfurruñada—. La gente te cubre de halagos sin ton ni son con la intención de perderte de vista.
—Eso no es cierto. —Sonrió tímidamente—. Yo nunca te he halagado, pero sí deseo que te pierdas de mi vista. Y de la vista del resto del mundo, a ser posible.
— ¡Dios mío! Seguro que incluso utilizas toallitas de bebé para limpiarte el culo. Si es que no se encarga de eso alguna de tus criadas.
Él asintió lentamente.
—Sí, has acertado. Es curioso. Me lo limpio con toallitas de bebé con olor a lavanda —detalló—. Deberías probarlas. He traído unos veinte paquetes, seguro que me sobrará alguna. Ya verás qué bien huelen.
—Pero ¿tú de dónde has salido? ¿Me puedes decir quién es el malvado ser que te ha metido tantas tonterías en la cabeza?
—Nadie. Yo solito.
—¿Os habéis acostado?
—¡No, claro que no! —se defendió Kelsey, consternada.
—Ahora dice eso —farfulló James, mientras negaba con la cabeza con dramatizada indiferencia—. Es curioso. Pero anoche solo decía «Sí, más, sí, sigue».
—Solo hubiese dicho esas palabras en otro contexto, como «Sí, más, sí, sigue ahorcándote, imbécil» —aclaró furiosa. Sus ojos destellaban rabia.
—Ha sido una día duro, ¿eh?
Él suspiró abrumado.
—Lo resumiré de esta forma —explicó él—. Tu casa es un paraíso divino e inigualable en comparación con lo que hoy he conocido. Empiezo a ver a Marcus como a un ser inofensivo y tremendamente delicado. Imagínate. —Torció el gesto, tras escucharse a sí mismo—. Bueno, no me hagas mucho caso, estoy divagando. Mañana todo volverá a ser como siempre. Tu casa será un estercolero y tu hermano el rey de los mendigos.
—¡KELSEY, KELSEY!
—¿Qué te pasa ahora, borracho?
—¡ME HA MEADO! Tu asqueroso perro se ha meado en mi pierna.
Kelsey no pudo evitar reír por lo bajo. Alzó una mano, despreocupada.
—Tranquilo, solo está marcando territorio. —Soltó una brusca carcajada y pestañeó en exceso—, ahora eres suyo, James, eres suyo.
—¿No crees que es un poco exagerado? —le preguntó.
—¿No crees que tú eres un poco… sucia? —contraatacó él.
—¡Acabas de llamarme guarra!
—No pretendía ofenderte —Le sonrió como si ella tuviese tres años—; pero a veces es bueno que otros nos señalen nuestros defectos para que podamos advertirlos y, seguidamente, solucionarlos.
—Si engañaste a esa otra chica, ¿por qué no harías lo mismo conmigo?
—Porque no eres ella.
—¿Eso es todo?
—El todo lo eres tú, Kelsey.
—Se me han dormido las piernas. —La miró apenado, dedicándole un gracioso puchero.
—Puede que sea porque me he dormido encima de ti. —Sacudió una mano frente a su rostro, quitándole importancia al asunto—. Se te pasará en unos minutos.
—¿Es que no había sitio en la tienda y tenías que dormir sobre mi cuerpo?
—Tenía frío.
—Yo también tenía frío, pero no por ello he intentado aplastarte.
—¡Ya lo creo! —Kelsey le miró traviesa.
—No eres de fiar —sentenció—, eres consciente de que ya no nos odiamos, ¿verdad? Espero que hayas tenido en cuenta ese detalle mientras escribías la lista.
—Lo mismo digo —concluyó ella.
---------------------------------------------------------------------------------------------------
CAPÍTULO EXTRA
—Me has dejado sin mantas durante toda la noche. —Kelsey se miró a sí misma,
apenas cubierta por una fina sábana.
James supo que, pasase lo que pasase, tardaría días en borrar aquella sonrisa
de su cara después de haber soñado con su futuro los dos juntos.
—Te levantas con ganas de discutir, reconócelo.
---------------------------------------------------------------------------------------------------
+ FRASES:
No hay comentarios:
Publicar un comentario